Por generaciones, la toma del yagé —bebida preparada a partir de la ayahuasca (Banisteriopsis caapi)— ha sido un medio de orientación espiritual y transmisión de saberes en comunidades indígenas del Putumayo. Concebido como medicina sagrada, su práctica se desarrollaba bajo una lógica comunitaria basada en ofrendas simbólicas. Sin embargo, la irrupción del turismo de bienestar ha introducido una dinámica de mercado que pone en riesgo la esencia del ritual.
Una investigación realizada en Sibundoy por Valeria Rondón Rincón, magíster en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Colombia, documentó cómo el auge de visitantes nacionales y extranjeros ha convertido el yagé en un atractivo turístico. El estudio muestra que esta transformación ha generado tanto oportunidades económicas como problemas culturales y de legitimidad.
De la tradición a la mercantilización
La transición del intercambio comunitario al cobro monetario ha modificado la relación con el ritual. A este cambio se suma la presencia de facilitadores no reconocidos por los cabildos, quienes ofrecen ceremonias sin formación ni aval comunitario. Según Rondón, esta situación “ha generado impactos socioeconómicos, pero también ha puesto en riesgo a quienes participan, al no existir protocolos claros de seguridad ni control institucional”.
Las comunidades reconocen que el turismo de bienestar ha traído ingresos alternativos en territorios con pocas oportunidades laborales, pero al mismo tiempo perciben que la proliferación de ceremonias sin supervisión afecta la legitimidad del yagé como medicina ancestral.
Falta de control y ausencia de datos oficiales
El estudio señala que no existen registros oficiales sobre el número de visitantes ni sobre incidentes en las ceremonias. Esta falta de información limita la capacidad de las autoridades locales para actuar en emergencias y dificulta la implementación de políticas de prevención.
“Si ocurre un accidente en una toma masiva, no hay claridad sobre quién responde ni protocolos que garanticen la seguridad”, advierte la investigadora.
Entre lo sagrado y lo turístico
Otro hallazgo de la investigación es la forma en que el Estado y el mercado turístico han representado el yagé en campañas publicitarias. Imágenes que muestran a indígenas como parte de una escenografía, o invitaciones a “tomarse fotos con trajes coloridos”, reducen el ritual a un espectáculo y banalizan los saberes ancestrales.
Este proceso ha reconfigurado la percepción social del yagé, que hoy oscila entre ser visto como medicina sagrada y como producto del mercado del bienestar.